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domingo, 13 de julio de 2014

"HIMNOTIZADOS" por David Trueba (Observa de donde proviene el himno español)

Tengo un amigo que sostiene que los únicos himnos nacionales que merecen la pena son aquellos que pueden ser cantados en estado de completa embriaguez. Mi amigo es posible que asocie la explosión patriótica con un estado de enajenación y por tanto relacione el himno con la euforia etílica. De hecho a los muy nacionalistas siempre los llama “himnotizados”, en un juego de palabras muy suyo que le sirve para evidenciar el afecto hipnótico de los hombres cuando les agitan la patria delante de los ojos. Para otros estudiosos más sensibles, estas composiciones musicales ofrecen un campo de especulación ilimitado. Si mi amigo tuviera razón, aparte de 'La Marsellesa', que es casi un himno universal, el otro himno más acorde con las efusiones estupefacientes sería el 'Asturias, patria querida', que muchos españoles cantan sin importar su origen regional cuando aspiran a transmitir su identificación con la alegría de vivir, ese patriotismo líquido y universal procedente de la viticultura. Por lo demás, los himnos siempre ensalzan la categoría del país sobre el resto del mundo, 'über alles', e invitan a la resolución de cualquier conflicto por el camino más bestia y sanguinario: 'aux armes citoyens'.

En el caso del himno español han sido antológicas dos anécdotas. La última fue aquella carrera urgente e irreflexiva por ponerle letra. Angustiados por la ventaja lírica de otros países, y después de intentos desgraciados, nuestras mentes más brillantes convocaron un concurso para luego dejar en la estacada al humilde ganador. Descubrieron con demasiada tardanza que para poner de acuerdo a un país como España se necesitan más convicciones que un concurso. La otra anécdota, muy poco estudiada, es aquella que concedía derechos de arreglista al músico murciano Pérez Casas y que permitía a sus herederos recaudar unos discretillos emolumentos cada vez que sonaba en público el himno, lo que convertía cada celebración, desfile y final deportiva en un raro cruce de intereses privados y nacionales. Después de años de surrealista situación, se llegó a un acuerdo económico refrendado por el BOE para la explotación de la Marcha Real sin eterna compensación recaudatoria.

Pero hace pocas semanas, viajando por países árabes pude comprobar que muchos de sus ciudadanos más cultos dedican cierta sorna a comentarnos que nuestro himno parte de una composición de finales de siglo XI, obra de Ibn Bayyah. Un poco ofendido por mi escepticismo, uno de mis anfitriones árabes, con el familiar apellido de 'Ammor', me hizo escuchar en YouTube la interpretación del tema árabe, una nuba andalusí, y lo cierto es que la evidencia era incuestionable. Al ser además Ibn Bayyah un intelectual de origen saraqustí, perteneciente a la taifa zaragozana, encontré una cierta justicia poética y baturra en el hecho accidental de que cuando los españoles festejamos la escucha de nuestro himno nacional, gracias a esta relación sonora, en realidad reconocemos el mestizaje de nuestro país, sus hondas raíces de mezcla de razas y culturas. Es hermoso pensar que debajo de la fanfarria cuartelera late un crisol de culturas y religiones en deuda con tantos intelectuales como Avempace, nombre con el que conocíamos a Ibn Bayyah, reunidos bajo la radiante belleza mudéjar de los arcos del Palacio de la Aljafería.

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